Descripción
Para los antiguos pueblos nahuatlacos, los que míticamente vinieron del Anáhuac del Aztlán, creían que a su muerte irían a la tierra de la pareja Micantecuhtli y Micatecacihuatl, los dioses que reinaban en el Mictlán, la tierra de los muertos, aunque no era según su mitología el único lugar al que se podía ir después de la muerte, porque estaban los paraísos del Cincalco, y el tlalocan, en una visión cosmogónica más compleja que la del cristianismo.
En esta serie de once relatos, el lector encontrará una concepción terrible del Mictlán, ya que se trata de la tierra árida de uno mismo, donde hay una soledad total, la que si se piensa, en realidad sería más terrible que el infierno, porque no hay peor castigo que la soledad, la que sería por toda la eternidad.
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