Descripción
El insomnio ha vuelto a sacar al comisario Montalbano de la cama. Al amanecer, con una taza de café en la mano, sale a la terraza para contemplar el mar y asiste a un solitario y lúgubre espectáculo: en la arena, una gaviota enferma, o quizá herida, parece ejecutar una extraña coreografía antes de caer fulminada, como si la vida se resistiera a abandonar su cuerpo para siempre. La imagen suscita en el comisario los mismos sentimientos fúnebres e insidiosos que en los últimos tiempos han enturbiado su mente, y se le antoja una especie de premonición. Y lo es.
Las vacaciones que Montalbano tenía previsto disfrutar junto a Livia se frustran cuando Fazio, la inestimable mano derecha del comisario, sencillamente desaparece del mapa. No ha vuelto a casa, su teléfono está desconectado y sólo se sabe que iba a encontrarse con alguien en el puerto. Sus compañeros se temen lo peor, y la visión de su querido Fazio herido, o tal vez muerto, mortifica a Montalbano de tal forma que no reparará en esfuerzos para encontrarlo.
Bien entrado en la cincuentena, Salvo Montalbano vive cada día más angustiado por los efectos de la edad y el desencanto.
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