Descripción
—Su salud es a prueba de bomba, mi querido amigo —rió jovialmente Cameron Price, terminando el examen—. Puede seguir tranquilo, sin necesidad de recurrir a mí.
—Lo suponía, doctor Price. —Paul Garland se abotonó la camisa, incorporándose de la mesa donde había sido examinado cuidadosamente—. Pero Lori es aprensiva. Ya sabe cómo son las mujeres, especialmente cuando tienen demasiado dinero. Le asustan a uno, por una simple jaqueca o un resfriado.
—Sí, lo comprendo. —El médico rió, agitando una mano en forma significativa—. Yo tengo muchos clientes de ese estilo, Garland. La mayoría prefieren que les diga que padecen algo, de nombre interesante, a poder ser, y les mande unos comprimidos, para presumir de dolencias en sus reuniones. Así es el mundo.
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