Descripción
Un libro imprudente, arriesgado. Habituada a vivir en la cultura del «Se dice el pecado pero no el pecador», la crítica española acostumbra a moverse en el territorio de «los intereses creados», que diría don Jacinto. Por eso éste es un libro poco o nada usual. Aquí aparecen citados con pelos y señales libros y autores a los que un juez enjuicia con valor y fundamentos. Unos estarán de acuerdo con las sentencias y otros discreparán, al fin y al cabo siempre se podrá recurrir al recurso de amparo final: la jurisdicción popular, pues son los lectores los que tienen la última palabra, aunque tampoco ello sea ninguna garantía de verdad. Acaso el tiempo ponga las cosas en su sitio, si bien esto dependerá, no nos olvidemos, de quienes vayan a ser en el futuro los dueños del tiempo, que haberlos haylos, los hubo y los habrá. Entre opiniones anda el juego, pero en el juego literario todos nos jugamos algo. Don Leopoldo Alas «Clarín» habló en su tiempo de la crítica como una variedad letrada de la Higiene, y de eso se trata: de velar por la Salud Pública de nuestra semántica colectiva.
Que no se me enfaden los reos, los abogados ni los funcionarios de la Literatura. A la postre, decía Nietzsche, todo lo que no mata engorda, y en este libro no se mata a nadie, aunque alguno se quede resentido. Que tampoco el rencor es tan malo como dicen. Ya ven: a Espartaco lo hizo libre. Pues a lo que íbamos: feliz lectura y a ver si nos suben el sueldo.
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