Descripción
El 1 de abril de 1868 me puse en marcha hacia Yosemite. Era la época de la floración en las tierras bajas y las cordilleras de la costa, y la luz inundaba los paisajes del valle de Santa Clara, el aire vibraba con los cantos de los turpiales, y las colinas estaban tan cubiertas de flores que parecía que las hubieran pintado. Mi avance era lento a través de estos jardines gloriosos, los primeros de la flora de California que había visto nunca. La agricultura y la ganadería dejaban aún pocas huellas, y yo deambulaba ensimismado describiendo amplias curvas, sabedor gracias a mi mapa de bolsillo de que el valle de Yosemite quedaba hacia el oeste y que sin duda lo encontraría.
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